¿JUEGAS FÍSICA O MENTALMENTE?

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En un golfista, es difícil definir donde acaba el cuerpo y donde empieza la mente…

El golf es un juego de confianza y habilidad. No se puede afirmar que un jugador que carece de habilidad física pueda transformarse de la noche a la mañana en un campeón cambiando su forma de pensar. Aunque confíe en un swing malo seguirá dando golpes malos; sin embargo, dará menos de los que daría si no confiara en él). Tiene que alcanzar un nivel de habilidad física para jugar bien.

Es imposible sobreestimar la importancia de la mente en el golf. No existe la “memoria muscular”. Sus músculos no tienen la capacidad de recordar nada. La memoria reside en su cabeza. Por tanto, aunque practique mucho swing, o se vuelva muy habilidoso, sus músculos por sí solos no podrán recordarlo ni ejecutarlo cuando la necesidad aflore en el campo de golf. Su músculo y el resto de su cuerpo están controlados por la mente. Si su mente no funciona bien cuando juega al golf, sus músculos darán tumbos. Si su cabeza está llena de pensamientos malos, su tarjeta de juego estará llena de golpes malos.

En un golfista, es difícil definir donde acaba el cuerpo y donde empieza la mente. Su swing de golf no funcionará bien si solo emplea el torso y no las piernas. El torso y las piernas son parte de un sistema integrado, y todas las partes de ese sistema tienen que funcionar para golpear la bola de golf. De igual forma es conveniente que el cuerpo y la mente sean parte reales de un sistema integrado. Todas las partes de ese sistema deben funcionar correctamente para jugar bien al golf.

El golf es un juego ejecutado por seres humanos, es un juego de errores y de suerte impredecible. Si no fuera así nadie fallaría un fairway, un green o un putt. Tampoco existiría un soplo de viento repentino. Si no fuera así la bola iría directamente donde querríamos que fuera y el resultado ganador sería de unos 50 golpes por vuelta.

Si verdaderamente ama al golf, debe amar el hecho de que nadie hace 50 golpes, que el golf es un juego imperfecto por naturaleza. Si se pasa el tiempo tratando de evitar que el golf sea un juego de errores e intenta convertirlo en un juego de golpes perfectos, lo que realmente está ocurriendo es que a usted no le gusta el golf. Nadie ha llegado a la perfección en golf: ni Ben Hogan, ni Jack Nicklaus, ni Annika Sorenstan. Posiblemente nadie lo consiga.

El mayor error que la gente suele cometer es responder pasivamente a lo que sucede en el campo de golf. Su actitud depende de cómo juegan. Si la bola va a donde quieren que vaya, su actitud es buena. Si no va a donde quieren, su actitud es mala. Empiezan a pensar de forma pesimista. Cuando se está jugando bien, es correcto dejarse llevar. Pero cuando está jugando mal, necesita disciplinarse para controlar los pensamientos y pensar en solo como quiere jugar.

Dominar ese concepto influirá mucho en dos facetas importantes. Una es lo bueno que puede llegar a ser un golfista. Y lo otro, lo mucho que se puede divertir durante el proceso.

Los golfistas que se divierten entienden que el golf es ante todo un juego que se juega internamente. Vencerá en este juego si se resiste a todas las tentaciones y los obstáculos. Ganará si emplea conjuntamente el cuerpo y la mente lo mejor posible en la prueba a la que le somete el golf.

Es el juego más honrado de todos donde no puede mentirse sobre lo bien que lo está haciendo en ese reto personal. Muchas veces ocurre que un jugador con un mal resultado se siente contento y satisfecho por su actitud y la forma en que mantuvo control de sus emociones durante el juego. Un jugador puede tener control de estas cosas, pero no de su resultado.

Contrariamente ocurre que hay jugadores con buenas tarjetas y dan testimonio de lo difícil que fue, lo mal que pasaron el juego y la suerte que tuvieron. Esta comparación de situaciones impresiona mucho, pues el valor de un jugador como persona no está directamente relacionado con el resultado que hace. El jugador cuyo ánimo y autoestima vienen determinados por el resultado que hace en una vuelta concreta tiene un enfoque muy superficial tanto en la vida como en el juego.

Aunque es importante tener sueños de metas en el golf se siente más placer persiguiendo esos sueños que alcanzándolos.

Un golfista con éxito tiene que encontrar el equilibrio entre los dos extremos. Tiene que confiar en su personalidad única, degustar las peculiaridades que lo distinguen. Tiene que disfrutar haciendo las cosas a su manera. Tiene que amar su talento y su juego que el de los demás.

Un golfista que juega para jugar bien entiende que lo bueno puede ser enemigo de lo mejor. Sabe que, si se preocupa demasiado por no ser malo, no se soltará lo suficiente para ser bueno. No le importará mucho pasar los cortes o acabar dentro de los 20 primeros. Juega para ganar.

Por: Bob Rotella / extraído del libro ‘‘La mente del golfista’’

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