Una lección de swing bien aprendida sobrepasa cualquier tensión mental que pueda frenarnos…
Por ‘‘memoria muscular’’ se define la capacidad de nuestros músculos para automatizar un movimiento aprendido previamente. Por supuesto, todos disponemos de esta capacidad y la usamos a diario sin ser conscientes de ello.
Un ejemplo aplicado al golf: si logramos aprender cómo se realiza correctamente el movimiento del swing, podremos repetirlo de manera automática siempre que deseemos, sin necesidad de tener que pensar de forma previa lo que debemos hacer.
Así esta memoria nos permitirá obtener resultados precisos en un movimiento que se realiza de manera inconsciente, dejando de lado cualquier atadura mental, lo cual resultará de vital importancia sobre todo cuando exista cierta tensión.
Cuando la mente aprende un nuevo concepto y lo transmite a los músculos, empieza el desarrollo de la memoria muscular. En este proceso se asimila y se recuerda lo que el cerebro comunica para crear nuevos hábitos musculares.
El quid de la memoria muscular se encuentra sin lugar a dudas en la repetición.
Por supuesto tienen que existir unas lecciones previas que de alguna forma nos marquen los pasos a seguir, pero tras ellas y si queremos que nuestros músculos puedan llegar a realizar un movimiento de manera automática, precisaremos repetirlo casi hasta la saciedad.
En el caso del swing de golf, necesitaremos un profesor que nos indique las pautas de movimiento y, una vez aprendido, realizaremos ejercicios de repetición para que ese movimiento quede grabado en nuestros músculos.
Sin duda la fase de aprendizaje es sumamente importante, puesto que, si existe algún error en ella y lo repetimos de manera constante, este error quedará marcado en nuestra memoria muscular y después resultará sumamente complicado borrarlo (en muchos casos es casi imposible). En este sentido es muy importante tratar de ir aprendiendo por partes, hasta llegar a ese movimiento fluido y casi espontáneo en el que no deberemos volver a pensar: bastará con realizarlo.
Se calcula que adquirir memoria muscular de un movimiento puede llegar a tardar un mínimo de 21 días, pero todo dependerá evidentemente, del número de repeticiones que podamos realizar en cada jornada.
Golpear sin pensar, en eso podríamos resumir lo que supone disponer de una correcta memoria muscular para el desarrollo de nuestro deporte.
En muchas ocasiones lo que podría ser un buen golpe se estropea porque el jugador se para a pensar cosas como si está levantando suficientemente el palo, si lo baja por el lado correcto, en qué momento debe golpear la bola… No nos cansaremos de decir que el swing debe ser siempre algo fluido y lo más natural posible en cada persona y, desde luego, si nos tenemos que parar a pensar a cada paso que estamos dando, el movimiento será de todo menos natural.
Si nuestros músculos tienen bien aprendida la lección, cogeremos el palo y golpearemos sin ningún tipo de tensión mental que pueda frenarnos, lo haremos al igual que respiramos: casi sin darnos cuenta. Por supuesto pueden preocuparnos otras cosas como la distancia a la que se encuentra el hoyo, la presencia de viento, los obstáculos… pero no nuestro golpe, que realizaremos con la seguridad de seguir siempre las mismas pautas.
El aprendizaje debe incluir desde el momento de coger el grip del palo hasta que se golpea a la bola. Todo debe ser realizado como si lo hubiéramos hecho desde el primer día. Además de permitirnos un juego fluido y sin tensiones, esta memoria muscular cumple una importante función de prevención de lesiones, puesto que no se realizarán posturas incorrectas que en muchos casos son la base de una lesión muscular.
Fuente: a-alvarez.com